¿Hay finalidad en la existencia humana?
Desde si la pregunta es pertinente, hasta si la pregunta puede responderse, la respuesta es vasta según el enfoque que se tome.
Partamos de la idea que hacerse esta pregunta tiene sentido, en la medida que su respuesta puede encaminar los esfuerzos de la humanidad por alcanzar un destino.
Desde la antigüedad, la filosofía y la religión, (distintas entre otras cosas porque una propone, mientras la otra impone) han intentado dar respuesta a esta interrogante. La devoción a Dios, la lucha contra el ego, la búsqueda a ultranza de la felicidad, el progreso espiritual, o la resignación ante las dificultades de la vida; son ejemplos de respuestas al planteamiento. De estás, parece que la búsqueda del bienestar y la felicidad es el objetivo más anhelado; y es que aunque parece de sentido común la búsqueda de este objetivo, es la definición de felicidad lo que puede causar controversias. Organizaciones publicas y privadas de toda índole, vinculan esta idea de felicidad con el hecho de acaparar, tener y renovar, incitando así un consumo indiscriminado, motor de una dinámica económica global que termina enriqueciendo a muy pocos, y alejando del sentimiento de bienestar a la gran mayoría. En esta filosofía económica-religiosa, el que tiene merece más, porque Dios así lo quiere, y confirma al ganador, su hegemonía sobre los menos afortunados, que engañados, creen estar entre iguales, pero desconocen que aunque equilibrado, el juego es todo menos equitativo. Este sinsentido logra desvalorizar lo importante: la familia y las relaciones personales reales. Aíslan al ser humano, lo hacen percibir que el otro es el enemigo y le crean la necesidad de poseer para remplazar con cosas, la falta de un sentido a la vida. Al final, ningún bien, por más costoso que sea, podrá llenar su soledad, ni le podrá ofrecer un sentido verdadero de identidad, porque este, solo puede venir del interior de cada individuo.
Para remediar esta circunstancia debemos ser conscientes de esta manipulación, y para ello debemos conocer nuestros verdaderos deseos, y así, nuestras verdaderas necesidades. ¿Qué es lo que se puede considerar realmente necesario para ser feliz? Desde la infancia, la familia nos repite, hasta el cansancio, que para ser felices tenemos que prepararnos y que esto nos conducirá por el camino del éxito. La escuela se encarga de reforzarlo, formando alumnos eficientes, aplicados y disciplinados, que no cuestionan y memorizan discursos y técnicas necesarias para ser contratados. Esta escuela exitosa, educa a sus estudiantes en función de las necesidades de los grandes corporativos públicos y privados, que a conveniencia, dictan los planes de estudio acorde a la agenda político-económica del momento. Ni la familia, ni la escuela nos enseñan a conocer nuestros potenciales, ni a ser conscientes de nuestras pasiones, por el contrario, cuando aflora de manera natural un genuino interés por el arte, el deporte, la ciencia, o las letras, siempre prima la frase: "pero te vas a morir de hambre" o "esa no es una carrera seria". Como si tener un trabajo, casarse, tener hijos y una casa con perros, fuera la formula perfecta para una vida feliz. En el fondo, no importa si necesitamos creer en una divinidad, amasar un dineral, o dedicarnos al servicio de los demás, lo que realmente importa es que esta decisión de vida venga del conocimiento real de nuestras reales capacidades y nuestros intrínsecos y significativos intereses. No hay patrones o moldes en donde podamos caber todos, la medida de la felicidad, si esa es la respuesta al sentido de la vida, solo puede ser valorada por cada quién que se lo plantee en función de su contexto y pasiones.
El ser humano no se encuentra porque, como ya mencioné, ha errado la ruta, y da palos de ciego en la búsqueda de la felicidad. En vez de adaptar la vida a él, intenta, sin grandes resultados, adaptarse a ella y confunde proceso con término. No es solamente lo que se logra, sino cómo se logra. Entender que el camino es la recompensa, esa la clave.
La respuesta a la pregunta del inicio, no solamente debe analizarse desde un punto de vista individual, también debe analizarse desde el punto de vista global, la respuesta a la finalidad de la existencia humana no nos pertenece a cada uno en exclusiva, y la explicación va más allá de nuestra vida.
Vivimos la falsa ilusión de un mundo constante y eterno, nos vemos arropados por un contexto seguro que nos ha dado la falsa creencia que somos inmortales, pero esto es solamente una ilusión, el planeta Tierra es un cunero para una humanidad en ciernes que apenas a tenido el tiempo necesario para dar sus primeros pasos y asomarse a una ventana que mira al universo. De estrellas supernovas que de explotar pueden destruirnos, hasta asteroides gigantescos que pasan rozando la orbita del planeta, la Tierra está amenazada por una gran variedad de eventos cataclísmicos que el día menos pensado, pueden alcanzarnos y borrar nuestra historia. El planeta que habitamos es un velero y estamos a la deriva navegando en un océano lleno de tormentas y monstros cósmicos. Ante una expectativa tan desoladora, la humanidad solamente tiene dos opciones, o resignarse a desaparecer, o entender que su planeta de origen, no será su planeta para la eternidad, e intentar escapar de aquí. Por supuesto, no es un trabajo para una sola generación, es un proceso que lleva siglos, sino milenios, y que nos conduce de las cavernas, hasta el desarrollo de una ciencia que derive en tecnologías transhumanistas que nos permitan huir antes de nuestro fin. El que lo podamos conseguir, es prueba de que merecemos la distinción; porque el proceso es complicado, no basta con pensar teorías y desarrollar tecnologías, también hay que estructurar una sociedad colaborativa y armoniosa, una sociedad capaz de llevar a buen puerto la encomienda.
Si este es el destino final de la humanidad, el fin de cada ser humano es claro. Desde su trinchera y siempre pensando en el bien común, antes del bien personal, cada individuo debe contribuir a este fin mayor para que un día, los bisnietos de los bisnietos de nuestros bisnietos, alcancen la orilla de otro puerto y lleven la semilla de lo que hemos sido en este planeta, así como quizás, lo hicieron antes, inteligencias extranjeras en este planeta con nosotros.
Termino diciendo que para entender el destino del hombre en el universo, este debe primero conocer sus intrínsecos deseos, para después vincular la búsqueda de su felicidad, con el bienestar general. El ideal sería un ser humano conforme con su vida, porque es conocedor de sus necesidades y sabe satisfacerlas, dentro de un contexto de solidaridad, en donde antepone al otro, antes de sus propios deseos. Una sociedad así, podría a pasos agigantados, evolucionar socialmente y tecnológicamente, y alcanzar un nivel de desarrollo que le permita abandonar el planeta para buscar, en otros, continuar la vida. Por desgracia, el egoísmo y los apegos son tan grandes, que dudo mucho que podamos dar el paso hacia la eternidad.
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