El tiempo no es una constante, varía en función de la aceleración de un cuerpo en movimiento dentro de un marco de referencia inercial. Es decir, la velocidad a la que se mueva un cuerpo afectará directamente la manera en que el tiempo transcurre sobre él. A mayor velocidad, el tiempo transcurrirá más lentamente.
Imaginemos, por un momento, que estamos sentados en un tren y que tenemos una pelota de goma que lanzamos a intervalos iguales, contra un muro que está frente a nosotros. Desde nuestro punto de vista, la pelota siempre rebota contra este, en el mismo lugar y con la misma fuerza, para luego regresar instantáneamente a nuestras manos. La trayectoria de esta pelota es en línea recta y su periodo es constante, es decir, hace el mismo tiempo en ir y regresar, digamos un segundo. Ahora imaginemos una persona que está sentada en el andén, y ve el mismo ir y venir de la pelota que nosotros lanzamos mientras el tren está en reposo. Cuando el extraño tren transparente comienza a avanzar en línea recta, este observador externo verá el rebote de la pelota, ligeramente más retrasado de lo que lo vemos nosotros dentro del tren en movimiento, esta impresión se incrementará conforme la aceleración del tren aumente. La trayectoria recta de ida y vuelta de la pelota lanzada en el interior del tren, se convertirá para el observador en el andén, en una trayectoria triangular que tendría como aristas; el punto de entrada al andén cuando la lanzamos, el punto medio a la mitad del andén, cuando rebota en el muro, y el punto de salida del andén cuando regresa a nuestras manos, al final de la estación. Lo que sería una línea recta para nosotros en el tren, para el que está en el andén, la trayectoria de la pelota se desdobla como un acordeón cuando el tren está en movimiento. Esto quiere decir que los dos observadores tienen mediciones del tiempo distintas; para nosotros en el tren, cada ir y venir de la pelota equivaldría a un segundo, mientras que para el que observa sentado en el andén, el tiempo se incrementa conforme el tren acelera. A cada lanzamiento, el tiempo que invierte la pelota en su recorrido aumenta, porque le lleva más tiempo en ir de un vórtice a otro de la diagonal. Esta aceleración provoca entonces, que el ángulo de la diagonal formada por la trayectoria de nuestro lanzamiento con respecto a la dirección del tren en movimiento, pase de 90 grados en reposo, hasta casi 0 cuando el tren alcance su máxima velocidad; velocidad que por cierto, nunca alcanzará porque esta velocidad sería, la velocidad de la luz. Nosotros en el interior, nunca seriamos conscientes de los cambios temporales, porque nosotros nos movemos también a la misma velocidad de la pelota. Para el que nos ve desde el andén, el movimiento de la pelota se ralentizará y el tiempo dejará de correr.
Esto explica el porqué, ningún cuerpo con masa puede alcanzar esta velocidad, ya que según la teoría de la relatividad, acercarse a 299792 kilómetros por segundo, consumiría energía infinita, sobre un objeto que conforme se acelera, incrementaría su masa también al infinito. Es una asíntota, un límite inalcanzable en nuestra realidad. Superar esta velocidad equivaldría, en nuestro símil del tren transparente, a que el pasajero en el andén, viera regresar la pelota a nuestras manos antes de haberla lanzado, y esto no es posible porque la flecha del tiempo y la entropía no lo permitirían.
Llevando este símil un poco más lejos, cambiando nuestro viejo tren trasparente por una poderosa nave espacial que pudiera acercarse al 99% de la velocidad de la luz, podríamos enviar a un astronauta afortunado a la estrella Alfa Centauro, a 4 años luz de la Tierra, y observaríamos que a su regreso, este astronauta habría envejecido solamente 8 años, 4 de ida y 4 de vuelta, mientras que en la Tierra, ya habrían pasado centenares de años. Para un observador en la tierra que tuviera una cámara dentro de la nave, vería que el astronauta está en pausa, aunque este astronauta, jamás tendría esta sensación. El astronauta, al llegar de nuevo a la Tierra, habría viajado a nuestro futuro, manteniendo su presente intacto, pero sin poder regresar al punto inicial.
La explicación es la misma que mencioné hace un momento. Cuando un cuerpo acelera su masa, esta tiende a volverse enorme. Por ejemplo, en el caso de un accidente automovilístico, la gravedad del choque depende de la masa del cuerpo y de la velocidad a la que va. Cuando un pequeño meteoro, del tamaño de una canica, impacta en un satélite que mide el tamaño de un autobús, este puede quedar inservible. El problema radica en que, aunque su peso sea de unos cuantos gramos, la masa de este objeto se ve incrementada por su aceleración. Así, un objeto de grandes dimensiones a una baja velocidad provocará los mismos daños, que un objeto muy pequeño a una alta velocidad. La energía desprendida es la misma en ambos casos.
Esto es importante porque si queremos acelerar un objeto a velocidades cercanas a la de la luz, la masa de este artefacto crecería de manera exponencial, llevando la masa del objeto a pesar miles de toneladas, requiriendo enormes cantidades de energía para desplazarlo.
Se infiere entonces que el viaje interestelar dentro de una nave solida es imposible. Simplemente no hay tecnología que pueda superar estas barreras y dudo que exista una civilización que pueda ser capaz de tal proeza. Sin embargo, esto no anula la posibilidad de que los viajes interplanetarios o intergalácticos sean posibles, y que, quizás, los extraterrestres ya estén entre nosotros, veamos algunas alternativas.
Primera: estos visitantes han encontrado la manera de fabricar sus naves para acelerarlas a velocidades cercanas a dos terceras partes de la velocidad de la luz, y han podido alcanzar distancias enormes en pocas generaciones, gracias al comportamiento del tiempo a velocidades elevadas. Es posible que hayan podido modificar su estructura genética para evolucionar en ambientes enrarecidos y con pocos alimentos. Podríamos estar hablando de ciborgs, mitad biológicos, mitad tecnológicos, que tendrían periodos de vida muy largos o definitivamente ilimitados. Sería una especie viajera, que una vez instalados en lunas o planetas de la vecindad, se proveerían de materias primas para subsistir y continuar su viaje.
Segunda: Los puentes Einstein-Rosen que son túneles a través del espacio-tiempo, permitirían doblar el espacio para atravesar de un lado al otro la galaxia en segundos. El problema de estos agujeros de gusano es que para crearlos, es necesaria la misma energía infinita que se necesita para acelerar una masa a la velocidad de la luz, lo que lo hace imposible de crear y más difícil de atravesar.
Tercera: Pasar cerca del campo gravitacional de un hoyo negro muy masivo (sin que nos atrape, claro). La fuerza del campo gravitacional doblaría el tejido espacio-temporal al rededor de nuestro marco referencia, y provocaría que el tiempo se ralentizara con respecto a otros marcos referenciales externos, disparándonos hacia el futuro de nuestra civilización madre.
Cuarta: Albert Einstein se negó a creer en la existencia del entrelazamiento cuántico, nombrado así por Erwin Schrödinger en 1935, porque este inmediato intercambio de información entre dos estados cuánticos de dos o más partículas, violaría la ley que impide superar la velocidad de la luz; sin embargo, este apareamiento de partículas subatómicas, se pudo comprobar por primera vez en los ochentas, al medir los spines de dos electrones interconectados. En este experimento, dos spines de cargas opuestas, girando en sentido contrario uno con respecto al otro, cambiaron inmediatamente el sentido, al cambio de polaridad de uno de ellos. Lo espeluznante de este efecto a distancia, como lo llamó Einstein, es que va contra todo principio físico, ya que la información no podría atravesar la galaxia en un instante, porque para eso, tendría que viajar más rápido que la luz, y eso no es posible. Así que aquí habría solamente tres soluciones; o debe existir otro mecanismo, aún desconocido, que permita el intercambio de información instantánea; o toda la materia está entrelazada desde el inicio de los tiempos, o hay algo en la realidad que la física no puede explicar. Quizás estas civilizaciones extraterrestres, ya han conseguido entender y dominar este fenómeno y sirven de él, así como nosotros ahora, en la computación cuántica.
En lo personal, entiendo que si bien la materia no puede acercarse, ni siquiera a una pequeña fracción de la velocidad de la luz, la energía si. El fotón, que es el elemento fundamental del que se compone la luz, y que se comporta como una partícula con masa cuando es observado, o como una onda de energía si no lo está, justo se desplaza a esta velocidad porque lo hace como onda energética y no como partícula con masa. Y aquí pregunto ¿y si se pudiera, de alguna manera, transformar nuestra realidad material en energía a través del pensamiento? Es decir, si en vez de insistir en desplazarnos con nuestras enormes y arcaicas naves, intentáramos mediante la hipnosis o la meditación, controlar la energía vital que nos habita, para que esta, libre de materia, pudiera alcanzar y rebasar los límites dimensionales y temporales, que nos acotan. No son pocos los que afirman y han probado, que tras un accidente o parada cardiaca, en donde fueron diagnosticados con muerte clínica, vieron en ese trance, cómo y quien los atendió, así como a familiares que se encontraban a miles de kilómetros. Quizás y solo quizás, el fenómeno que permite entrar, a lo que sea que aparece en nuestra realidad, y que algunos llaman extraterrestres, es un fenómeno, que más que material, es mental, real, pero producto de la interacción de nuestra mente con la de ellos. Desde este punto de vista, bien valdría la pena replantearse, si toda esta fenomenología sobrenatural, que el mismo Albert Einstein nunca concibió, es producto de esta interacción, en la medida que los átomos que nos componen, y componen el Universo, estuvieron entrelazados en el big-bang que creó nuestro espacio-tiempo.
Pensemos que nuestras conquistas de hoy, fueron nuestros Everest de ayer. Para aquellos hombres del siglo 19 que miraron al cielo y entendieron que volar era un desafío inalcanzable, hoy 300 años después, no solo dominamos el aire, sino que ir al espacio es una realidad. Probablemente, hoy estamos ante un Everest semejante, solo que ahora las fronteras no están en la estratósfera, sino en los límites de nuestro pensamiento. Con el tiempo, seguramente hallaremos la manera de escapar de nuevo.
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